CIENCIAS SOCIALES Y ECONÓMICAS - Artículo de Reflexión
ENCUENTROS Y DESENCUENTROS: LO ASOMBROSO DE LA EDUCACIÓN
ENCOUNTERS AND SEPARATIONS: THE AMAZING OF EDUCATION
Nora Aneth Pava-Ripoll1; Olga Lucía Ocampo2; Aida Josefina Rojas3
1Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Profesora asistente de la Escuela de Rehabilitación Humana de la Universidad del Valle, Cali, Colombia. Dirección: Calle 4B No 36-00. Edificio 130 - "Heladio Perlaza", Piso 2. Cali (Colombia). e-mail: nora. pava@correounivalle.edu.co
2Especialista en estudios sociohumanisticos con énfasis en gestión de proyectos. Directiva docente Municipio de Manizales. Dirección: Calle 48C No. 17-52 Manizales (Caldas). e-mail: olgaocampog07@hotmail.com
3Terapeuta Ocupacional. Magíster en Educación: Desarrollo Humano. Profesora asistente Escuela de Rehabilitación Humana, Universidad del Valle, Cali, Valle del Cauca, Colombia; dirección: Calle 4B No 36-00. Edificio 130 - "Heladio Perlaza", Piso 2. e-mail: aidar811@ gmail.com
"Creo, con una seriedad absoluta, que hacer siempre lo que a uno le gusta, y sólo eso, es la fórmula para una vida larga y feliz"
Gabriel García Márquez
Rev. U.D.C.A Act. & Div. Cient. 14 (2): 169-175, 2011
RESUMEN
La educación ha sido siempre centro de reflexiones, de discusiones, de investigaciones, de procesos de desarrollo e, incluso, de búsquedas constantes de perfecciones, en las que, a través de aciertos y desaciertos, de encuentros y desencuentros, se ha tenido siempre la pretensión de forjar un ser humano más racional. Este artículo revisa la educación en Colombia y se presenta en tres apartados. El primero registra un recorrido histórico sobre la educación en Colombia y desarrolla premisas que demuestran cómo el sistema educativo actual está marcado por este mismo contexto histórico. El segundo aborda discusiones sobre la evolución del concepto de educación, a través de la historia, con miras a fundamentar el tercer apartado, el cual, esboza unas reflexiones finales, en relación con el contexto educativo en la actualidad y propone algunos caminos a seguir, que contribuyen a los ideales educativos del país.
Palabras clave: Historia de la educación, formación, diversificación de la educación, estrategias educativas, educación y cultura.
SUMMARY
Education has always been a center for reflection, discussion, research and developmental processes. It has also been a center for the constant search for perfection, which through successes and failures, agreements and misunderstandings has always had the intention of building a more rational human being. This article presents and overview of education in Colombia and is presented in three sections. The first section shows a historical overview of education in Colombia and develops inferences that illustrates how the current education system is marked by the historical context itself. The second section relates to discussions on the evolution of the concept of education throughout history, in order to substantiate the third section, which outlines some final reflections regarding the current educational context and proposes some ways to contribute to the educational ideals of the country.
Key words: Educational history, Training, diversification of education, educational strategies, education and culture.
INTRODUCCIÓN
La educación, a lo largo de la historia, ha tenido grandes trasformaciones que impactan de diferentes maneras los contextos religiosos, sociales, políticos y familiares. Este artículo nace como producto de una reflexión conceptual que se hacen las autoras frente a la situación actual de la educación y tiene como propósito presentar un recorrido histórico sobre la educación en Colombia, para demostrar cómo, tanto el concepto de educación como el sistema educativo actual, están marcados por ese mismo contexto histórico. Al sistema educativo se le ha atribuido responsabilidad frente al futuro Latinoamericano, por eso es importante analizar su situación e impacto.
La educación es un espacio propicio para encuentros y desencuentros en beneficio de la apropiación de bienes culturales que, a la vez, permiten desarrollar competencias cognitivas, sociales, lúdicas, afectivas, emocionales y comunicativas en sus actores, para conocer y enfrentar los conflictos y los retos de la vida cotidiana y asumir así las realidades en pro de una adecuada formación. La reflexión planteada hace una mirada crítica, en un ejercicio de objetar realidades y de pensar y existir en las incertidumbres del hoy.
Es por esto que en este artículo, se plantean algunas reflexiones que permiten visualizar el escenario educativo, por lo que se describe en tres apartados. El primero de ellos plantea un recorrido histórico sobre la educación en Colombia y desarrolla premisas que evidencian cómo la educación actual está influenciada por el contexto histórico y la importancia de conocer, en profundidad, la realidad del sector educativo. El segundo aborda las discusiones sobre la evolución histórica del concepto de educación, que permiten fundamentar el tercer y último apartado, en donde se plantean unas reflexiones finales, las cuales, formulan inquietudes en relación con el contexto educativo en la actualidad y propone algunos caminos a seguir que contribuyen a los ideales educativos del país.
METODOLOGÍA
Para el desarrollo de este artículo, las autoras elaboraron un mapa conceptual sobre las categorías centrales a desarrollar: historia educativa y concepto de educación, las cuales, guiaron las búsquedas documentales en torno a éstas y, a la vez permitieron llegar a las reflexiones finales. Las discusiones, las intersecciones y los entramados construidos, a partir estas revisiones, posibilitaron afinar estas categorías de trabajo y proseguir con la redacción del texto.
Algunas reflexiones sobre la historia educativa en Colombia
Cuando los españoles llegaron al territorio que hoy ocupa Colombia encontraron innumerables riquezas; ante el aislamiento que vivían quienes en ese entonces las poblaban y debido al desconocimiento que tenían de lo que representaban sus pertenencias para los recién llegados, les fue fácil apoderarse de ellas y someterlos para que continuaran en el trabajo a su servicio. Esta situación desventajosa hizo que se pusiera en riesgo su identidad cultural, pues debían aprender el idioma, las costumbres y la religión de los invasores.
Y en esta historia singular, trazada después por los movimientos independentistas y por el inicio de una nueva nación, se tejieron las bases del sistema educativo actual que, tal como lo afirman Pava-Ripoll y Ocampo (2007), ha estado marcado por un sinnúmero de ritos, que se han perpetuado a lo largo del tiempo:
Tanto en la época de la Conquista como de la Colonia, las condiciones no eran propicias para el nacimiento de la escuela y el maestro en Colombia. Según Martínez (1986), lo que en esa época se podía llamar educación, se restringía a la existencia de ‘Corporaciones Religiosas', denominadas Colegios Mayores y Seminarios. A éstos, sólo podían entrar aquellas capas sociales llamadas "gentes principales y beneméritas", que tenían aspiraciones particulares al sacerdocio y a la jurisprudencia. Además de estos estudios, existía la modalidad de enseñanza hogareña, que era exclusiva de las clases poderosas: terratenientes, comerciantes, alta burguesía, quienes sostenían en sus casas, a los institutores personales, quienes enseñaban a sus hijos, pero sin dejar de ser parte de la servidumbre.
Saldarriaga (2003) afirma que en Occidente apareció la escuela moderna a finales del siglo XVI, que tenía como finalidad asegurar la democracia, la cual, estaba soportada en un funcionamiento disciplinario o, al contrario, que la institución disciplinada fundara la democracia. Aunque se buscaba formar individualidades, lo que estaba en el fondo era la uniformidad y la normalidad colectiva.
Así mismo, determina que en las primeras décadas del siglo XVIII apareció una modalidad de instrucción, en las principales ciudades del país: Santafé, Tunja, Popayán y Cartagena. Por el mecanismo de donaciones, se fundaron cinco hospicios en todo el país, llamados "Escuelas Pías", anexas y regentas a la Compañía de Jesús y empezó así a esbozarse un horizonte para el nacimiento de la institución educativa.
Saldarriaga (2003) asevera que, en 1767, Carlos III, con el propósito de impulsar la vigilancia y el control del Rey, expulsó a la Compañía de Jesús de sus dominios. Se dio, entonces, paso a la educación pública, a través de leyes promulgadas por el Rey, que trataban de subsanar el vacío dejado por este sector religioso. A partir de este momento, la concepción de educación como un bien de carácter privado y en consecuencia de responsabilidad de la familia y de la iglesia, se cambió por una comprensión política de la educación, entendida como un bien público y, por tanto, responsabilidad del Estado.
Sin embargo, en esta concepción lo que primaba era su consideración como un elemento de utilidad social, como lo afirma Jaramillo (1980); todo indicaba que el impulso de la enseñanza pública era un elemento fundamental que contribuía a garantizar el control estatal sobre el individuo con miras al proyecto de formación de ciudadano. Se pensaba y no sin razón que quien no era cultivado y formado en la escuela podría llegar a constituirse en un eventual violador del pacto social, en un usurpador de los poderes constituidos y en un transgresor de los principios morales.
Durante la época de la independencia, el tema de la educación entró en decadencia, por la crisis política del momento y por la inestabilidad del Estado que no lograba definir las características de su propia constitución. En Colombia, entre 1845 y 1847, se comenzó a trabajar con la pedagogía pestalozziana, centrada en el maestro y cuya función principal era la transmisión del conocimiento que el estudiante asimilaba. Bajo la presidencia de Mariano Ospina Rodríguez, conservador, en la Escuela Normal Lancasteriana de Bogotá, don José María Triana impulsó esta pedagogía para mejorar las clases de gramática y de aritmética. Treinta años después, bajo un gobierno liberal, se expande a las Escuelas Normales oficiales; se considera a la Escuela Lancasteriana como un modelo oficial y moderno que debía reformar las mentes de los niños colombianos. El final de esta era, se dio, hacia la década de los años 30, con un método llamado Escuela Activa. Entonces devino la pedagogía tradicional, pasiva, memorista, verbalista y represiva (Saldarriaga, 2003).
Saldarriaga (2003) ratifica, además, que la influencia anglosajona fue traída, entonces, con las ideas de dos ingleses: Bell y Lancaster. Las escuelas eran dirigidas por maestros, quienes supervisaban y tenían a su servicio monitores, quienes a la vez eran estudiantes aventajados de la clase, que servían de ayudantes para revisar y controlar las tareas que ellos colocaban; el monitor disponía de una pizarra donde colgaba las tablas de Pestalozzi para enseñar a leer y a contar y, al mismo tiempo, vigilaba y castigaba a los otros alumnos.
Entre el siglo XIX y XX, se introdujo el modelo de enseñanza mutua, cuyo sentido era tener en las escuelas más niños a menores precios. La tradición anglosajona continúa con un autor importante que es John Dewey, norteamericano, considerado como filósofo de la educación. Su planteamiento central era que en la escuela el niño fuera formado para la vida, a través de una democracia, donde se experimentaran diversas posibilidades dentro de la misma escuela.
A comienzos del siglo XX, en América del Norte, John Dewey (1995), lanzó su propuesta pedagógica reconocida con la expresión "aprender haciendo", que fue la semilla para el surgimiento de la llamada escuela activa, que aseguraba que los niños, a partir de su propia experiencia, desarrollaran las actividades a partir de sus propios intereses; el papel del maestro debía ser de guía, de acompañante y de facilitador del proceso.
Esta propuesta educativa fue traída a Colombia, inicialmente, por el Gimnasio Moderno de Bogotá, fundado en 1915, pero luego fue adoptada como alternativa de trabajo en el sector rural, con el nombre de Escuela Nueva. Esta metodología fue privilegiada por el Estado, dado el reducido número de estudiantes y, por consiguiente, de docentes en el área rural, con lo cual, la opción de tener aulas multigraduales, en las que un solo docente guiara el trabajo de los estudiantes, por medio de materiales preparados de acuerdo con el nivel de cada uno y con el contexto rural, se constituyó en la más viable y oportuna.
Hoy en día, todavía en el sector rural colombiano se trabaja con la metodología Escuela Nueva e, incluso, se ha llevado ésta a instituciones del sector urbano, con el nombre de Escuela Activa Urbana, en ciudades como Manizales, con el apoyo de la empresa privada.
Estos hechos demuestran que los cambios en la educación en Colombia han sido influenciados por movimientos pedagógicos externos y, especialmente, por las tendencias de desarrollo en el ámbito mundial. Así, en la década de 1980, se introdujeron reformas que privilegiaban la formación en valores, la ecología, la formación sexual, la formación para la participación y la organización comunitaria que, en últimas tendían a pensar una educación que respondiera a necesidades humanas de las personas y no exclusivamente a necesidades técnicas que facilitaran la vinculación a los espacios laborales (MEN, 1986).
No obstante, estos cambios no tuvieron el impacto esperado, pues la propuesta no fue construida de manera participativa y se desconocieron la heterogeneidad regional y las diferencias entre lo urbano y lo rural, es decir, no se consideraron las características de una sociedad multiétnica y pluricultural. Esta situación impidió que la propuesta respondiera a las necesidades de desarrollo del país, si se tiene en cuenta que, de una parte, la mano de obra calificada y no calificada no suplía los requerimientos técnicos, tecnológicos y científicos que le garantizaran al país su activa participación en el mercado internacional y, de la otra, el hecho que la gente no desarrollara un sentido de pertenencia y de apropiación con la historia y el devenir de su país. Esto limitó la posibilidad de proponer, desde las mismas comunidades, alternativas de desarrollo endógeno coherentes con las condiciones y la calidad de vida deseadas por las personas (MEN, 1986).
Más adelante, en la década del 90, se marcó una época de grandes cambios, que surgieron a raíz de la crisis de la década anterior; apareció, entonces, la necesidad de transformar a Colombia en un país competitivo, en el ámbito internacional, para lo cual fue fundamental redefinir los objetivos y los fines de la educación en Colombia, siendo necesario analizar los diferentes aspectos que, de una u otra manera, influían en la educación: lo económico, lo cultural y lo social, el sector empresarial público y privado y el papel de las comunidades educativas, en aras de fortalecer cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir y aprender a ser.
Estos cambios fueron impulsados a partir de la promulgación de la ley 115 de 1994, en cuyo objetivo se planteó la necesidad de forjar niños, niñas y jóvenes participativos, que exploten al máximo sus capacidades intelectuales, su creatividad y sus destrezas para el aprendizaje; tal como lo expresaba el Plan Decenal de Educación 1996 - 2005, "se debe comprender la educación como la fuente principal de saber y la más cierta posibilidad de desarrollo humano, cultural, económico y social de la nación" (MEN, 1996).
Ya a inicios del siglo XXI, desde el Ministerio de Educación Nacional, se promulgó la Revolución Educativa, con políticas que buscaban el fortalecimiento de cinco aspectos: cobertura, calidad, pertinencia laboral, capacitación técnica e investigación científica.
En la actualidad, en desarrollo del Plan Decenal de Educación 2006 - 2015, considerado un pacto social por la educación, construido de manera participativa y discutido ampliamente por los diferentes actores del proceso educativo, se proponen unos desafíos para la educación para el siglo XXI, que se resumen en: globalización y autonomía; educación en y para la paz, la convivencia y la ciudadanía; renovación pedagógica y uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Educación y ciencia y tecnología integradas a la educación (MEN, 2006).Tales desafíos, cinco años después de planteados, son todavía desafíos y su transformación en realidades está aún en proceso de construcción.
La evolución del concepto de educación: aportes a la discusión actual
Variadas y numerosas comprensiones sobre educación han guiado el actuar en este sector de la vida. Desde Platón (2003), quien la describió como dar al cuerpo y al espíritu toda la belleza y la perfección de la vida, existen autores como Herbart (1935), con su planteamiento que la educación tiene por objeto formar el carácter en vista de la moralidad; Locke (1986), afirmando que el fin de la educación es llegar a poseer una mente sana y un cuerpo sano. Por otro lado, Rousseau (1997), asevera que la educación es el arte de educar a los niños y formar a los jóvenes, mientras que John Dewey (1995), la puntualiza como la reconstrucción de la experiencia que da significación a la existencia y ayuda a encaminar la experiencia. Ahora bien, para Durkheim (2001), la educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que aún no están maduras para la vida social.
Por su parte, Zambrano (2001) plantea que al tratarse de una actividad que tiene como objetivo principal la modificabilidad de la condición primitiva del mamífero humano y, en suma, su socialización, todo acto de sistematización normativa vuelve imposible el intento mismo por definirla. Para comprender la naturaleza y el alcance de sus finalidades, se necesita formular y desarrollar interrogantes, tales como: ¿qué es educar?, ¿para qué se educa?, ¿cuándo se educa?, ¿cómo y a través de qué se educa?, ¿cuándo se educa?
De otro lado, el informe Mundial del Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo, en el 2005, sobre el Desarrollo Humano, plantea la educación como aspecto fundamental de desarrollo humano y como un potencializador de las capacidades de las personas.
Hoy en día, el concepto de educación se asume como un proceso fundamentado en la persona humana; por lo tanto, su carácter teleológico, se debe orientar hacia la cualificación de las características particulares de cada individuo como ser único, con capacidades de construir y de reconstruir un mundo nuevo. Según Flórez (1999), la educación está enmarcada en la formación integral de personas, cuyas dimensiones de desarrollo se encuentran en constante relación.
No existe, pues, un concepto unificado de educación, pero en todas estas acepciones, se entiende la educación como praxis social, en la que se involucran constantes relaciones, se reconstruyen sujetos, se conjugan escenarios. La educación, como praxis social, es generadora de cultura que construye y hace circular símbolos.
Y es que los sujetos no sólo interiorizan la cultura, sino que asumen una posición dinámica, lo que hace que la cultura no sea estática. La educación coadyuva a la formación de sujetos partícipes del proceso educativo; sujetos críticos, capaces de emitir propuestas y de tomar buenas decisiones y, en últimas, sujetos dispuestos a replantearse constantemente, con miras a mejorar su proceso de vida.
La educación es interacción, apropiación de conocimientos y valores, en el interior de procesos históricos, sociales y culturales específicos, es decir, la educación es cultural por excelencia y esto hace que implique acciones, concepciones, saberes y conocimientos.
Desde esta perspectiva, el proceso educativo implica interacciones complejas, las cuales, incluyen aspectos simbólicos, afectivos, comunicativos, sociales, de valores, entre otros; es por esto, que los maestros deben contribuir a que los educandos aprendan a pensar, a sentir, a actuar y a desarrollarse como personas (Euscategui et al. 2006).
Por último, vale la pena puntualizar que durante la primera década del siglo XXI, con el apoyo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, se hace evidente que la educación tiene posibilidades que le permiten orientarse hacia lo desconocido y facilitarle a los estudiantes alcanzar su potencial e interactuar con el mundo (López, 2010).
Unas reflexiones finales
Las siguientes son algunas reflexiones sobre el proceso educativo del país, que permiten trazar algunos caminos a seguir en esta tarea; cabe aclarar que esta realidad no está alejada de la de otros países de Latinoamérica.
A lo largo de la historia, a la educación se le atribuyen papeles fundamentales de apoyo a todos los procesos de desarrollo de los países. Entre estos papeles está el de instrucción pública, el de la creación y recreación de cultura, el de ser formadora de mano de obra para la industria y el Estado; estas posturas demuestran la fuerte influencia que ejerce el sector educativo en el ámbito económico de cada país. De esta forma, mientras la población esté sin educación, se arriesga la posibilidad de crear un país preparado para la competencia en los mercados internacionales y se disminuyen los espacios vitales generadores de autonomía, de participación, de crítica y de creatividad.
Tampoco se desconoce la función velada, pero en ocasiones imprescindible, que han jugado las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Según Adell (2002), estas tecnologías desempeñan un papel fundamental en la configuración de la sociedad y la cultura. Desde nuestros antepasados cazadores - recolectores, que pintaban figuras en las paredes de sus cuevas, hasta el presente, la tecnología transforma al ser humano y lo hace para bien y para mal. Las tecnologías ya asentadas a lo largo del tiempo, las que se utilizan de manera habitual o desde la infancia, están tan bien integradas a las vidas de las personas, como una segunda naturaleza que, para algunas, se ha tornado invisible. En este sentido, las tecnologías se utilizan hasta tal punto que las personas no son conscientes de cómo éstas contribuyen a cambiar las cosas.
Este hecho, sin duda, marca un hito en la historia educativa. La perspectiva tradicional de la educación, incluso de la educación a distancia, está cambiando y esto implica el manejo también de nuevas terminologías. Cada vez son mayores las ofertas basadas en las redes telemáticas que tratan de cautivar a quienes son partícipes de los entornos de enseñanza y de aprendizaje.
Según Bradshaw et al. (2007), la brecha digital es un factor de desigualdad, razón por la cual, incluir este aspecto dentro del proceso educativo es algo obligatorio, si se considera desde lo ético y desde la justicia social, puesto que si se ignora este conocimiento en la actualidad, traería más pobreza. La tecnología actual, como lo afirma López (2010), permite un mayor acceso a la información.
Es por eso que hoy en día se privilegia la necesidad de adaptar el sistema educativo a un entorno en constante devenir. Para ello es necesario inducir cambios culturales en el seno de las instituciones, los cuales, no se pueden generar por decreto sino que deben surgir de las propias vivencias, concepciones, actitudes y prácticas de los maestros, cuyos procesos de transformación no pueden ser forzados sino que tienen que partir de las propias convicciones.
De otro lado, la globalización, que en parte es el resultado de las dinámicas históricas cambiantes de la humanidad, no sólo plantea desafíos teóricos y metodológicos para la educación, sino que exige nuevas competencias a los ciudadanos -que, indudablemente, no se adquieren sólo en el escenario educativo-. Las consecuencias económicas de un inadecuado sistema educativo no se pueden pasar por alto. La educación hoy en día, más que un servicio o un derecho, es un producto que se oferta y se demanda como cualquier otro producto del mercado. En este sentido, Da Silva-Araujo (2010) tiene razón al afirmar que los discursos del campo de la educación expresan resistencias y luchas territoriales permanentes contra políticas, tanto internas como externas.
Se busca, entonces, que la educación sea la fuente principal de saber y se constituya en la más cierta posibilidad de desarrollo, no sólo económico sino humano, cultural y social de la Nación. Como lo indica Martínez (2004), la educación, de acuerdo con las agencias internacionales de desarrollo, logra tener valor al unirse con sistemas globales de producción, es decir, si entra en juego con las competencias económicas, para matizar el fortalecimiento de la democracia.
Es por esto que las dificultades económicas que atraviesa el país, hacen que el sistema educativo enfrente día tras día problemas no tan inesperados: el porcentaje de inversión en el sector educativo es restringido en relación con el de otros sectores; la poca presencia del gobierno en regiones muy apartadas y golpeadas por problemas de orden público, hace que la identidad cultural y los fines altruistas de este bien social se diluyan: en un pueblo con hambre, ¿cómo pensar en desarrollo integral de la persona, en formación de un pensamiento autónomo y crítico, en la posibilidad de elaborar juicios propios, en conferir libertad de juicio, sentimiento e imaginación a nuestros niños?
En este contexto, es más fácil educar cuando se está convencido que eso es lo que se quiere hacer, cuando se está decidido a hacer parte de esa historia; por eso es necesario entender el proceso educativo como ese ‘cuento', con actores, con guiones y con escenarios que tejen entre todos distintas realidades; un ‘cuento', en donde se tiene la oportunidad de ir llenando páginas de realidades construidas de manera colectiva, de aferrarse a un final en el que no habrá vencedores ni vencidos, sólo encuentros y desencuentros constantes, en los que, protagonistas o no de estas historias, se podrán asombrar frente a la capacidad para hacer perdurables y perennes las riquezas alcanzadas.
Colombia requiere hoy de profesionales que se preocupen y se comprometan con el desarrollo de sus gentes. Sólo la convergencia de los intereses comunes en un escenario de vida determinado, como el educativo, podrá trazar los procesos de desarrollo necesarios para lograr alcanzar los ideales deseados.
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Recibido: Marzo 18 de 2011 Aprobado: Octubre 11 de 2011
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